Veinte
años ha, en un día como hoy, moría
Doña Manuela Funes de Cullen. Otros tantos son
los años durante los cuales se ha retaceado este
justiciero homenaje. La Comisión que rige los destinos
de nuestro Instituto pensó bien el nombre que debía
llevar en su frontispicio. Por qué Doña
Manuela Funes de Cullen?
Fue la Dama de la Caridad. Los que la
conocieron bien no hacen sino ponderar su capacidad para
advertir las necesidades generales y personales de la
comunidad que había adoptado como suya. Quien pasó
por su establecimiento de campo no podrá olvidarla,
desde el último peón hasta el visitante
ilustre, saben de sus exquisitas atenciones, de su amabilidad.
Eso es caridad, distribuirse a sí mismo; no importan
tanto los bienes materiales repartidos, importa más
el amor con que se da.
Fue la Dama de la Caridad Sobrenatural, que es amor a
Dios. Laguna Paiva, incipiente población obrera,
no hubiera vislumbrado la posibilidad de un templo para
Dios: l
a pequeña grey que mensualmente
se reunía en el aula de una escuela, difícilmente
hubiera podido reunir los medios para edificarlos: magras
posibilidades de obreros. Sabemos bien que sin
Doña Manuela este
magnífico
templo, a cuya vera nos reunimos hoy, no
se hubiera levantado. Su espléndida estructura
románica, su elevada torre, que hoy entra en el
panorama rutinario del centro de la población,
no existirían. Tantas veces hemos pasado junto
a él, que ya su mole poco nos dice; sin embargo
debería ser nuestro orgullo, y ciertamente lo fue
de aquellos pobladores de hace veintiocho años.
Otros vecinos colaboraron, pero fue Doña Manuela
quien hizo la mayor parte: no se conformó con el
gesto ampuloso de quien abre su bolsa y entrega una cantidad
de dinero; la planificación, la selección
de materiales, la ornamentación fueron detalles
en los que ella puso su amor, ni más ni menos como
si se tratara de su propia morada.
Amor a Dios, y amor a sus semejantes. Un solo amor que
hacen excelsa su figura.
Cuando se concibió
la idea de un Instituto
Normal, surgió con razón su figura como
la digna titular. En el comienzo de una tarea
que tiene como alta finalidad la de hacer templos de Dios
de estas almas juveniles que nos han sido confiadas, debía
estar ella, como lo estuvo en la tarea material de acumular
ladrillos, cal, portland, mármol, madera, ordenada
y armoniosamente. El empeño de cincelar dignos
ciudadanos, que comprendan y realicen la misión
comunitaria, debía ser presidido por la Dama de
la Caridad, que vivió entre nosotros.
Volvemos los ojos a esta imagen suya que desde hoy presidirá
nuestras tareas educacionales: se reflejan en sus rasgos
su porte de patricia santafesina, digna de las más
nobles tradiciones de nuestra estirpe hispana y criolla.
Desde el sillón señorial que le habrá
tocado sin duda en la patria definitiva, ella nos enseñará
a orientar rectamente nuestra labor.
Queda saldada así una deuda de Laguna Paiva,
su recuerdo ocupa ahora el lugar que merecía;
y si se quiere, abrimos hoy una deuda nueva, descartando
los favores que de su mano, acostumbrada a abrirse generosa,
recibiremos en adelante.
9 de agosto de 1960 - Pbro.
Alcides Carlos Frencia